💔Diez años y una semana
Hola Alfredo, sé que te extrañará que te mande este correo electrónico en lugar de esperar a que llegues del trabajo y decírtelo en persona. El problema es que ya no estaré en casa, en nuestra casa, en tu casa, da igual, me he marchado para no volver. Quiero que sepas que me he llevado mis cosas, pero tranquilo porque he dejado otras, como la cafetera de cápsulas, el humidificador para que no se te reseque la garganta en invierno y la botella magnum de Ribera del Duero de nuestra última escapada juntos. Otras me las llevo conmigo, como esa versión que te regalé de “Las aventuras de Sherlock Holmes” en Londres cuando nos casamos, la aspiradora sin cable y la alfombra persa que nos trajo tu hermano de Jordania. Como me considero una muy buena persona, te dejo la suscripción a HBO para que puedas seguir viendo ‘Urgencias’, sé que amas esa serie, tanto o más como yo a su protagonista, el doctor Doug Ross, y quedarse a medias es una putada.

Por cierto, no me ha dado tiempo a quitar la ropa de la cuerda, pero llevaba prisa, así que cuando llegues verás que hay cosas mías: un sujetador, un par de calcetines, un jersey de lana y unos vaqueros. Te doy permiso para que los tires, entendería que no quieras nada que te relacione conmigo, es lo que tienen las rupturas, que hay que convertir a la otra persona en alguien malévolo cruel y creértelo, por mucho que duela. Ay Alfredo, me he dado cuenta que todavía no te he dicho por qué me voy, por qué abandono una vida de diez años y una semana junto a ti, el que creía que era el hombre de mi perfecta vida. Muy sencillo, lo hago porque ayer, cuando fui a recoger la ropa del tinte, la dependienta me entregó algo que había en tu chaqueta, una tarjeta de un hotel con unos labios rojos impresos en ella. Al principio, pensé que se trataba de un error, pero como sabes que soy muy mal pensada, solo tuve que hacer dos llamadas para confirmar que eres un asiduo de ese hotelito discreto de las afueras de Madrid, ese al que van las parejas que no quieren que se sepa que lo son, las que llevan vidas paralelas y se sienten culpables cada vez que regresan a sus casas y tienen que disimular ante su familia. Alfredo, yo no quiero ser una de esas mujeres que se cree que su marido es el hombre perfecto, no quiero ser una cornuda (bueno, realmente ya lo soy) ni que me transmitas una clamidia o una gonorrea. No, a mis 43 años no me apetece, así que, como no quiero convertir esto en una guerra ni que me jures y perjures que no lo volverás a hacer, se terminó. En unos días mi abogado se pondrá en contacto contigo para resolver la parte financiera y poco más. Y no intentes llamarme porque me he cambiado de móvil. Ahora soy yo la que empecerá una nueva vida. Adiós Alfredo.
(una cosa más: creo que me he dejado el grifo del agua abierto, así que cuando llegues la casa estará inundada).
Recuerda que puedes descargar gratuitamente el recopilatorio de relatos 2020. Esta historia es totalmente ficticia y está escrita a raíz de conversaciones que escucho cuando la gente no se da cuenta. Es la mejor manera