👩👧Palíndromos
Ada y Ana siempre fueron rivales. Desde que nacieron, una quince minutos antes que la otra, desde que sus madres les pusieron nombres palíndromos, de esos que se leen igual de derecha a izquierda que al revés. A los tres años ya rivalizaban por ver quién corría más en el parque, luego llegó el turno de a quién le llegaba la regla antes (ganó Ada, con 12 años), la primera cerveza (ganó también Ada, con 13 años), quién perdía la virginidad antes (aquí nunca estuvo claro, se supone que Ana, con 15, pero Ada decía que ella, con 14 y medio). Y así todo. Esa rivalidad tenía una explicación: sus madres. Ellas también fueron rivales toda su vida y se encargaron de transmitírselo a sus hijas. Se pusieron de acuerdo hasta para quedarse embarazadas, que ya es difícil, y dar a luz, como digo, con solo quince minutos de diferencia. Pero volvamos a Ada y Ana, que cuando cumplieron la mayoría de edad se separaron y decidieron emprender caminos separados. Una estudió Químicas (Ada) y la otra (Ana) Bellas Artes, vamos, nada que ver. Estuvieron sin verse años, ya que todos sabemos que cuando entras en la Universidad tu círculo social cambia y empiezas a valorar cosas que antes no hacías. Por ejemplo, a Ana le encantaba quedarse a dormir en casa de su nueva amiga, Rocío, que al ser de fuera vivía en uno de esos pisos compartidos en los que la ley que los regía era la de hacer lo que les daba la gana. Para Ana, acostumbrada a que su madre la obligase a madrugar hasta los sábados, a no ver la tele más allá de las 10 de la noche y a llegar a casa los fines de semana antes de las 12, esa casa fue su oasis particular. Con la excusa de estudiar, se pasaba media vida allí, hasta el punto de dar parte de la paga que aún recibía para comprar cerveza y patatas fritas, el alimento principal durante gran parte de la semana. Se lo pasaba en grande, le encantaba ser un poco anárquica, llevar la misma camiseta dos días seguidos y teñirse el pelo con henna, Cuando su madre la vio con el pelo rojo casi entra en shock pero a Ana le dio igual. Estaba viviendo los mejores años de su vida y no pensaba desperdiciarlos por nada ni por nadie. Era lo que siempre había querido ser, ella misma. Un día, cuando se disponía a regresar a su casa en el metro, vio a lo lejos a Ada. Hacía cerca de cinco años que no sabía nada de ella pero estaba igual. La reconoció a la primera: vestida como una señora de 40 años, con un moño, un libro en la mano y con cara de no llevarse bien con la vida. Vamos, como era Ada desde que nació.
- Hola Ada, cuánto tiempo sin verte. ¿Qué tal estás?
- Hombre Ana, no te conocía, ¿qué ta ha pasado? ¿Estás enferma?
- No, ¿por qué?
- Ese pelo, esa delgadez… no sé, no tienes buen aspecto.
- Gracias, así da gusto reencontrarse con las amigas.
- Bueno, eso de amigas lo dirás tú. Desapareciste hace cinco años y nunca supe nada más de ti.
- Es que fue empezar la Universidad y ya sabes, conoces a gente nueva, no sé, me apetecía dar un giro de 180 grados a mi vida.
- Y vaya si lo diste… al menos podrías haberme llamado, no sé, saber cómo estaba.
- Tú tampoco lo hiciste.
- Es que siempre supe que estabas deseando deshacerte de mi, Ana, no disimulaste bien nunca. Y además, cuando te enteraste que me habían cogido para Químicas me dio la sensación que no lo llevaste bien.
- Eso no es cierto, yo siempre quise hacer Bellas Artes.
- ¡Me vas a comparar una carrera con la otra!
- Pues a mi me gusta, soy feliz y estoy viviendo un momento genial de mi vida. Pero veo que tú no, Ada, que sigues igual, empeñada en verme como tu rival, pero, en serio, eso no es así. Han pasado cinco años y sigues con ese odio, ese rencor hacia mi... ahora aprovecho para decirte que lo dejes, que no merece la pena vivir así. Es una lección que he aprendido durante este tiempo.
- Aquí la única que vive con rencor y envidia eres tú. No soportas que yo esté haciendo una carrera mejor que la tuya y que vaya a tener un trabajo mejor, que gane más dinero…
- ¡Que no!, que me da igual, métetelo en tu cabeza de química. Y además, ¿sabes qué? Que llego tarde y tengo mil cosas que hacer.
- ¿Pintar un cuadro o hacer una escultura?
- Darle un beso a mi madre y ser feliz. ¿Te parece poco?
Esta historia es totalmente ficticia y está escrita a raíz de conversaciones que escucho cuando la gente no se da cuenta. Es la mejor manera.